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¿Cómo estáis, amigos de lo nutritivo? Hace algún tiempo que no me manifiesto como Dios manda por estas tierras, pero es que la vida está muy difícil. Ya sabéis, lo de trabajar y esas cosillas. Que os voy a contar yo a vosotros a estas alturas de la vida.

Hoy os traigo la última colaboración que he realizado para El Español donde hablamos del tomate frito, uno de los productos más recurrentes en las despensas españolas. Para mí es un “must” en toda regla desde que el mundo es mundo y los macarrones son macarrones.

Quisiera profundizar en algunas cuestiones que tocamos en el artículo para aportaros un punto de vista diferente al ya clásico y repetido hasta la extenuación por redes sociales: “hay que cocinar siempre en casa” o “todo lo industrial es más malo que Broncano jugando al Fortnite“.

La Humanidad ha conseguido evolucionar con el paso de los años, y con ella la tecnología. Desde la roomba o la yogurtera hasta los espiralizadores de calabacines. Mucha fantasía tecnológica que no merece nuestra indiferencia.

Dentro de la tecnología alimentaria hemos conseguido desarrollar técnicas de conservación que nos permiten disfrutar de los alimentos durante mucho más tiempo con un considerable menor riesgo de sufrir enfermedades. Y no solo eso, sino que gracias a muchos formatos tenemos disponibles casi al momento alimentos apetecibles con un increíble ahorro de nuestro tiempo.

 

Como diría el bueno de Roberto Brasero: lo más valioso hoy en día es el tiempo.

 

Lo difícil es tomar elecciones saludables, eso ya lo tenemos claro. Por ello, algunas conservas como puedan ser el tomate frito que hoy nos ocupa, suponen una serie de ventajas que, en mi opinión, brillan mucho más que los aspectos negativos, como os iré detallando a continuación.

¿Podemos encontrar tomate frito “saludable” en el supermercado?

Pese a lo que muchos creen, el tomate frito es un producto alimentario que ofrece versiones saludables en el supermercado. En este caso depende más bien de la marca, y no tanto de una denominación de producto que puede tener diferentes variaciones como ocurría en el caso del queso.

Principalmente, la calidad nutricional de un buen tomate frito la va a marcar el tipo de aceite vegetal utilizado en su composición, siendo el aceite de oliva virgen extra la mejor opción. Otro parámetro a tener muy en cuenta es la cantidad de azúcares añadidos que podemos encontrar en el producto.

Creedme que estas opciones existen, solo tenéis que daros un paseo por el supermercado para encontrarlas. Un tomate frito elaborado con aceite de oliva virgen extra, y con una pequeña cantidad de azúcar en su composición es un producto perfectamente recomendable dentro del contexto de una vida saludable. No hace falta que todo sea perfecto.

Reclamos como artesano o casero no significan nada

Como siempre este tipo de nomenclaturas intentar desviarnos de lo verdaderamente importante, que es el listado de ingredientes. Él no necesita utilizar trucos de marketing. Legalmente, estos términos no ofrecen al consumidor ningún tipo de garantías ni beneficios asociados al producto. En la práctica no significan absolutamente nada y deberíamos desconfiar cuando los vemos en el envase.

No te fijes en la parte delantera del envase, como siempre recomendamos debes ir directamente a la parte trasera, donde aparece el listado de ingredientes y la tabla de composición nutricional.

Sin colorantes y sin conservantes

Al igual que sucede con los reclamos tipo “casero”, que un producto indique en su etiqueta que no contiene colorantes o conservantes no significa que el producto sea más saludable que otro que sí los introduzca en su composición.

Este tipo de estrategias están basadas en la quimiofobia, un temor o miedo irracional que se siente hacia algunos ingredientes, como los aditivos, cuyo origen puede ser artificial o químico y cuya naturaleza se aleja de aquello que entendemos como natural. Esto es un error tremendo, porque todo lo que nos rodea es química.

Los aditivos son seguros a las dosis suministradas y no suponen un problema de salud para el consumidor.

Diferencias reales entre un tomate frito industrial y uno elaborado por ti mismo.

Existe una diferencia real en el ahorro de tiempo y la comodidad que nos supone el tomate frito elaborado por la industria alimentaria. En este caso, el aspecto nutricional apenas difiere si sabes elegir bien.

Cocinar en casa es una práctica más que recomendable por muchas razones, principalmente enfocadas en nuestra salud, pero tampoco debemos volvernos locos y renunciar a muchos de los avances tecnológicos que nos ofrece la industria alimentaria y que hacen nuestra vida más fácil. No todo son ultraprocesados.

 

 

¿Por qué se le añade azúcar al tomate frito?

El azúcar añadido cumple principalmente una función tecnológica puesto que contrarresta la acidez propia del tomate. Sin embargo, con el tomate frito no podemos sacar conclusiones precipitadas respecto al contenido en azúcar que se nos muestra en el envase.

Por desgracia, actualmente la ley no obliga a etiquetar exactamente la cantidad de azúcar añadido, así que los gramos que vemos en la famosa tabla nutricional corresponden al conjunto de azúcares añadidos y azúcares naturalmente presentes en el tomate, no siendo estos últimos un problema para la salud.

El tomate contiene bastante azúcar de forma natural en su composición, por lo que no debemos fijarnos en el número concreto. La única forma que tenemos ahora mismo de saber si el bote de tomate frito que queremos comprar tiene o no mucho azúcar añadido es mirar la posición que ocupa en el listado de ingredientes, puesto que el orden es decreciente. Si el azúcar ocupa las últimas posiciones, la cantidad será pequeña y no debería preocuparnos.

Buenas opciones de tomate frito

Si queremos controlar totalmente la cantidad de aceite o de azúcar que añadimos, la mejor opción será comprar tomate triturado al natural y prepararlo en casa.

Oye, que si tienes tiempo a tope con la cocina. Pero si vas con prisas por la vida, que sepas que tienes opciones totalmente saludables en el supermercado. Solo fíjate bien en la etiqueta.

El tomate frito realmente no está frito

Para terminar, quisiera comentaros una pequeña curiosidad que no es más que eso, una curiosidad o detalle que no afecta en nada al planteamiento que aquí se ha desarrollado ni a las propiedades nutricionales o recomendaciones relativas al tomate frito.

Y es que, como bien habéis leído en el encabezado, el tomate frito no está realmente frito. “Tomate frito” es una denominación validada por la legislación, concretamente por la Reglamentación Técnico-Sanitaria para la Elaboración, Circulación y Comercio de Salsas de Mesa, que dice así:

Es el producto formulado a partir de tomate en cualquiera de sus formas de utilización (tomate natural, zumo de tomate, puré, pasta o concentrado de tomate) sometido a un proceso de cocción con aceite vegetal comestible…

Como veis, técnicamente el tomate no está sometido a un proceso de fritura, que supondría sumergir un alimento en un aceite a unos 170-180 ºC aproximadamente, sino que se le aplican técnicas de cocción y mezclado con aceite en grandes depósitos. Seguro que a los más curiosos os resulta llamativo.

Y hasta aquí el post de hoy, espero que os haya gustado amigotes. Nos leemos pronto con más tecnología alimentaria.

 

Puedes leer aquí el post en colaboración con El Español.

 

 

Un abrazo,

Mario.

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