Por desgracia, para el usuario medio es bastante habitual confundir las alergias y las intolerancias alimentarias entre sí. Al igual que pasa con aquellos primos que solo ves en bodas y bautizos, no hay quien los distinga. Sin embargo, actualmente —y gracias al auge de la investigación sanitaria — podemos detectar de manera mucho más eficaz cuándo estamos ante un problema alimentario como una alergia o intolerancia.
Y es que, incluso para la mismísima industria alimentaria la gestión de alérgenos alimentarios supone un auténtico quebradero de cabeza. Cada vez la legislación europea es más potente al respecto, por lo que las medidas higiénicas que deben implementar las empresas para cumplir con estos requisitos legales son cada vez más estrictos —y bravo por ello—.
Por ejemplo, para producir alimentos sin un alérgeno concreto es necesario emplear distintas líneas de producción dentro de la fábrica. O bien, hacer unos ciclos de limpieza exhaustivos entre producción y producción. Aún así, las trazas presentan un problema real en la industria, ya que es prácticamente imposible garantizar su ausencia en según que casos. Por ello, muchas marcas etiquetan el producto con el ya clásico: “puede contener trazas de…” para curarse en salud.
Qué es una alergia alimentaria
Cuando hablamos de alergia alimentaria nos referimos a una reacción exagerada por parte de nuestro organismo hacia ciertos componentes, concretamente hacia proteínas muy específicas que conforman los alimentos. Este proceso está mediado por una reacción inmunológica, que identifica a estos compuestos alergénicos como algo extraño. En resumen, ante el contacto del compuesto alérgeno, el organismo desencadena una serie de mecanismos de defensa mediados por el sistema inmune. De esta forma, se produce la liberación de ciertas sustancias químicas que intervienen en el proceso de inflamación típico de la alergia, como es el caso de la histamina.
La mayor parte de reacciones alérgicas a través de alimentos provocan en el organismo una sintomatología típica que todos asociamos con las alergias, como el enrojecimiento de la piel o urticaria, quemazón, o picor excesivo. Sin embargo, no queda ahí el asunto, ya que también se produce una inflamación general del cuerpo donde las vías respiratorias pueden llegar a quedar colapsadas en el peor de los casos, pudiendo incluso provocar la muerte de la persona alérgica. Además, algunas alergias alimentarias pueden provocar síntomas gastrointestinales de diferente índole a lo comentado previamente, lo cual complica todavía más el diagnóstico y clasificación exacta del problema en el paciente.
Qué es una intolerancia alimentaria
A diferencia de lo que sucede en una alergia, el sistema inmune no interviene durante una intolerancia alimentaria.
En estos casos, las intolerancias alimentarias se deben generalmente a problemas de malabsorción de ciertos nutrientes o compuestos por parte del sistema digestivo, asociados a la escasez de determinadas enzimas implicadas en la ruptura de ciertas moléculas, como es el caso de la intolerancia a la lactosa. Generalmente, las intolerancias alimentarias suelen asociarse a azúcares como sucede con la lactosa o la fructosa, por ejemplo.
A pesar de la creencia popular, la celiaquía no es una intolerancia alimentaria. Tampoco es una alergia, ya que los anticuerpos implicados en la respuesta del sistema inmune de pacientes celíacos son muy específicos. Si quieres saber más sobre celiaquía puedes pasarte por este post que he escrito recientemente en Vitónica, donde analizamos las diferencias entre los distintos tipos de trastornos del gluten: celiaquía, alergia al trigo y sensibilidad no celíaca al gluten.
Cómo vivir con una intolerancia alimentaria
Para los consumidores que padecen una intolerancia alimentaria, generalmente basta con retirar por completo de la dieta el ingrediente o alimento conflictivo. De esta forma llevar a cabo un estilo de vida y alimentación saludable se puede conseguir sin mayores complicaciones, ya que no tiene por qué existir ningún problema de salud relacionado con nuestra intolerancia más allá de la incapacidad de digerir el ingrediente en cuestión responsable de la intolerancia alimentaria.
Los 14 alérgenos de obligado etiquetado
Desde la llegada del mítico Reglamento 1169/2011 de la Unión Europea, la gestión de alérgenos en el etiquetado de los productos ha evolucionado. Con esta normativa, se obliga a destacar y declarar cualquier ingrediente que contenga uno de los famosos 14 alérgenos obligatorios en Europa.
Estos 14 alérgenos son: apio, frutos de cáscara o frutos secos, cacahuete, pescado, sulfitos, crustáceos, huevo, sésamo, cereales con gluten, mostaza, soja, lácteos, moluscos y altramuz.
El listado de alérgenos se establece en base a aquellos alimentos que mayor implicación tienen en las alergias alimentarias globales a nivel europeo. Sin embargo, esto no quiere decir que el resto de alimentos no puedan estar implicados en reacciones alérgicas. De hecho, cualquier alimento puede causar reacciones alérgicas en personas sensibles hacia un componente concreto, tal y como sucede con el melón o el melocotón, a pesar de que no estén contemplados dentro del listado de 14 alérgenos de la Unión Europea.
Cómo vivir con una alergia alimentaria
Sin embargo, las alergias alimentarias son más complicadas de gestionar, por lo general. Esto es debido a que los consumidores que las sufren pueden desarrollar distintos grados de sensibilidad al alérgeno en cuestión. En los casos más leves, hará falta la ingesta de grandes cantidades de la sustancia alergénica para provocar una reacción adversa. Sin embargo, en aquellos casos más graves basta con entrar en una habitación o ambiente donde se ha estado manipulando el alérgeno para comenzar a notar molestias y malestar general.
Por ello, actos tan cotidianos como comer fuera de casa pueden convertirse en una auténtica odisea. Este es el motivo por el que la restauración debe intentar adaptarse de forma eficiente a todas las situaciones posibles —en la medida de lo posible— pudiendo ofrecer un catálogo de productos seguro para cualquier tipo de consumidor.
En general, las personas que padecen una alergia alimentaria necesitan contar con una mayor concienciación respecto a la seguridad alimentaria y composición de alimentos. También es clave prestar especial atención a la contaminación cruzada, tanto fuera como dentro del hogar, así como vigilar las posibles trazas de alérgenos en los productos alimentarios que compramos en el supermercado.
La clave es el etiquetado alimentario
Como hemos visto, el etiquetado alimentario que actualmente tenemos en el mercado cuenta con muchas regulaciones legales que velan por la correcta información sobre los alérgenos, siendo necesaria su mención y también una mayor visualización en el envase —ya sea mediante el uso de mayúsculas o negrita— que permite hacer elecciones de compra saludables según esas necesidades especiales.
Por supuesto, hay muchas lagunas. El caso más flagrante es el abuso del etiquetado “sin”, una situación que por desgracia cobra cada vez más protagonismo en los etiquetados de cientos de productos.
Aún con todo esto, recuerda que el etiquetado alimentario es un arma muy poderosa para poder estar informados adecuadamente y para luchar contra los posibles engaños del marketing. Aún nos queda mucho por mejorar, de eso no hay ninguna duda, pero no todo está tan mal como algunos lo pintan.
Gracias por leerme.
Mario.