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Seré ponente en las 1º Jornadas de Ciencia y Tecnología de los Alimentos en la Universidad de Granada

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El bulo de los chicles cancerígenos de Mercadona

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Hoy os traigo una nueva colaboración para El Español a raíz de un bulo de dimensiones estratosféricas surgido en la red social Facebook.

Según este bulo, los chicles de la cadena de supermercados Mercadona son causantes de multitud de enfermedades y dolencias entre las que se incluye, por supuesto, el cáncer.

Para variar, los supuestos responsables de semejante tropelía contra la salud pública son los aditivos. No podían faltar en esta fiesta contra el sentido común y el pensamiento científico.

Como podréis imaginar, creer que un producto alimenticio que está a la venta en el mercado y que ha sido sometido a rigurosos controles sanitarios puede causar tales perjuicios, es una auténtica locura. Un real disparate cargado de mentiras y sin ninguna evidencia científica que fue compartido más de 2.000 veces en la citada red social.

 

Gama de chicles de Mercadona. Imagen: El Blog de la Marcas Blancas.

 

A continuación, como ya viene a ser habitual en este tipo de colaboraciones, comparto con todos vosotros las respuestas que ofrecí al periodista José Andrés Gómez para ampliar toda la información relativa a esta temática. Os animo como siempre a visitar y leer primero el artículo en El Español y después volver aquí para continuar la lectura.

Clic aquí para leer el post en El Español:

“El bulo de los chicles cancerígenos de Mercadona: radiografía de un disparate”

En el post del grupo de Facebook se señala que el “óxido de titanio” que incorporan estos chicles puede ser peligroso. En realidad, tal y como explicaba Gemma del Caño en su Twitter se trata de un colorante cuya seguridad ha sido demostrada, ¿verdad?

Así es. El óxido o dióxido de titanio (E-171) es un colorante que se extrae a partir de minerales y cuyo uso se destina a productos cosméticos y alimenticios ya que les aporta un atractivo color blanco. En los últimos tiempos ha suscitado cierta polémica en países como Francia, sin embargo, tal y cómo señalan las últimas revisiones de la EFSA (Agencia Europea de Seguridad Alimentaria) este aditivo no es problemático ya que su absorción en nuestro organismo es bajísima.

El aspartamo es otra de las sustancias señaladas que señalan como “muy peligrosas”. Dice que “es tóxico para personas con bajas concentraciones de hierro, que padezcan la enfermedad de Kidney o que tengan fenicetonuria”. Y enumera una lista inacabable de posibles daños. Entiendo que esto no tiene ni pies ni cabeza, ¿verdad? ¿Se trata de una sustancia segura?

Lo de la enfermedad de “Kidney” es de traca. No existe ninguna enfermedad con ese nombre, simplemente se refiere a la enfermedad renal, ya que “kidney” significa riñón en inglés. Esto nos da una idea bastante precisa de la fiabilidad que tiene este post catastrófico.

El asunto de la fenilcetonuria podríamos decir que sí es correcto, pero no porque el aditivo en sí mismo sea peligroso, sino porque las personas que padecen fenilcetonuria necesitan seguir una dieta baja en fenilalanina, un aminoácido que forma parte del aspartamo y también de otros muchos alimentos. Por esto también es obligatorio indicar una mención en el etiquetado referente a que el producto contiene una fuente de fenilalanina.

En general, lo del aspartamo huele ya a viejuno. Hace varios años salió el bulo de que el aspartamo era cancerígeno. Al igual que el resto de aditivos y edulcorantes, como es el caso, su uso en la industria alimentaria se encuentra regulado, por lo que dentro de los niveles permitidos no es problemático. De hecho, como curiosidad, la IDA (ingesta diaria admisible) del aspartamo es mucho mayor que la IDA de la stevia. Esto quiere decir que el aspartamo tiene un mayor margen de consumo, lo cuál es bastante curioso ya que la stevia se percibe muchas veces como el edulcorante más “natural” que existe, y por lo tanto como el mejor, lo cuál no tiene mucho sentido. El aspartamo presenta una IDA de 40 mg/kg de peso corporal, mientras que la IDA de los glucósidos de esteviol (stevia) es de 4 mg/kg de peso corporal, 10 veces menor.

El acesulfamo k y la sucralosa son otras de las sustancias que nombra, ¿cuáles son los usos más comunes que tienen en la industria? ¿Pueden tener efectos adversos?

Ambos son edulcorantes. Su presencia es bastante amplia en todo tipo de dulces y sobre todo los famosos productos “sin azúcar”, que siguen sin ser una alternativa saludable. Debemos tener presente que los edulcorantes son seguros, como el resto de aditivos, sin embargo según parece alteran lo que conocemos como “umbral del dulzor”, y esto hace que a la larga dependamos cada vez más del sabor dulce. Más allá de eso no debemos preocuparnos por ningún daño directo hacia nuestra salud.

Entiendo que los chicles no son un alimento. Nadie se alimenta de chicles y que tampoco podemos considerarlos como algo saludable. Pero que no sean saludables no quiere decir que no sean seguros, ¿verdad?

Según la legislación sí que son productos alimenticios ya que aunque no los ingieras completamente, porque no te los tragas (salvo accidente), estás introduciendo parte de los nutrientes presentes (sean de mejor o peor calidad) dentro de tu organismo. Al igual que el resto de alimentos y productos alimenticios pasan por todos los controles higiénico-sanitarios, y por lo tanto son seguros. El consumidor no tiene que preocuparse en absoluto.

Sí que es cierto que algunos chicles tienen efectos laxantes si abusamos de ellos. ¿A qué es debido?

Esto se debe a la presencia de polialcoholes, como el sorbitol o el xilitol. Son edulcorantes que en grandes dosis provocan un efecto laxante, por ello es obligatorio indicarlo en el etiquetado del producto. Este efecto se produce en nuestro intestino grueso, ya que los polialcoholes están formados por hidratos de carbono no digestibles, los cuáles fermentan por la acción de bacterias produciendo, en exceso, diferentes efectos gastrointestinales no muy agradables. Otra curiosidad es que el xilitol también está relacionado con mejoras en la salud de nuestros dientes. No todo iba a ser malo.

Y hasta aquí el post de hoy. Espero que esta nueva publicación os haya aportado información veraz para distinguir de una forma más fiable cuando estamos frente a un bulo alimentario.

Recuerda: nosotros te damos la información, en tu mano está la decisión de qué comprar o que no comprar.

Gracias por quedarte hasta el final,

Mario.

Por qué usamos aditivos y de dónde vienen

por qué usamos aditivos y de dónde vienen

Tardarás en leer este post 3 minutosEn esta ocasión os hablo sobre uno de los temas más polémicos dentro del mundo de la nutrición, el uso de aditivos en alimentación. Como siempre, te ofrezco un breve extracto del artículo publicado en La Vanguardia y te animo a visitar el enlace inferior para poder leer el post al completo.

Después, te espero por aquí para ampliar un poco más de información sobre por qué usamos aditivos y si realmente son seguros para el consumo humano. Como siempre, te muestro a continuación las preguntas que me hicieron desde el medio y mis respuestas de forma más extendida.


¿Qué son los aditivos y para qué se utilizan?

Los aditivos son aquellas sustancias añadidas a los productos alimenticios con una finalidad tecnológica, como por ejemplo unir emulsiones, aportar aroma o color, potenciar el sabor y sobre todo, la función más importante: mantener la seguridad alimentaria y alargar la vida útil de los productos.

¿Son perjudiciales por definición? En este sentido, ¿debemos evitarlos en la medida de lo posible y optar siempre por productos sin aditivos?

En absoluto. Es bastante común encontrar hoy en día un rechazo global hacia los aditivos, ya que se perciben como un elemento extraño o artificial en nuestra comida que puede llegar a ser perjudicial. Sin embargo esto no es así, esta tendencia ideológica es lo que se conoce como “quimiofobia”. La confusión viene porque casi siempre los productos insanos vienen cargados de aditivos, lo que se conoce como ultraprocesados. Por ello se asocian a que no son saludables, cuando desde el punto de vista científico no es algo que esté tan claro. Podemos afirmar que los aditivos son seguros, ya que no producen daños a las concentraciones que se suministran según la legislación europea.

¿Es cierto que lo malo de los ultraprocesados no son tanto los aditivos como la presencia de grasas de mala calidad y azúcares?

Así es, ingredientes de mala calidad como azúcares añadidos, harinas y aceites refinados son los principales culpables de que un producto alimenticio no sea saludable. Por ello no debemos demonizar a los aditivos, son componentes seguros cuyos límites se revalúan continuamente en base a la evidencia científica actual. Son revisados constantemente y adaptan su IDA (ingesta diaria admisible) según las nuevas revisiones científicas.

 

¿Qué medidas de control han pasado los aditivos autorizados?

La IDA (ingesta diaria admisible) es una parámetro que sirve para medir la cantidad de aditivo que puede ser consumida diariamente durante toda la vida por una persona sin que se produzcan daños para la salud. Este índice se establece en aquellos aditivos que pueden resultar más problemáticos en grandes dosis, por lo que el riesgo es mínimo. Por seguridad, la IDA establece un margen muy grande. En otros aditivos ni siquiera se establece una IDA porque no hay ninguna evidencia de que sean perjudiciales.

¿A qué crees que se debe su mala fama?

A la desinformación que sufre el consumidor, muchas veces potenciada desde los medios de comunicación y otras veces desde las propias empresas alimentarias y algunas técnicas de marketing no demasiado honestas que llevan a cabo en ciertos productos.

¿Es cierto que algunas compañías de alimentación han cambiado la E- por el nombre real del aditivo, que suena menos malo?

Sí, en algunos casos se opta por indicar el nombre exacto del aditivo en lugar de su letra E. Esto realmente no tiene mucho sentido, ya que la letra E garantiza que el aditivo está perfectamente aprobado para su uso en la Unión Europea. Sin embargo, muchas campañas anti-aditivos impulsadas por empresas alimentarias han provocado que el consumidor sienta pavor con solo leer la “E”. Legalmente están aceptadas ambas opciones, indicar el código E o solamente el nombre común del aditivo.

 

 

Puedes continuar leyendo este artículo de Laura Conde

donde colaboro haciendo clic aquí, para La Vanguardia

 

 

Muchas gracias por leerme.

Mario.

 

Complementos alimenticios: ¿cómo están regulados?

Complementos alimenticios, cómo están regulados
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Este pasado fin de semana colaboré en el diario La Vanguardia para abordar la situación actual de los complementos alimenticios, una clasificación de productos que cada vez encontramos más presentes en nuestros supermercados y cuya demanda por parte del consumidor va en aumento. Pero la pregunta que debemos hacernos es: ¿realmente son necesarios?

¿Qué es un complemento alimenticio?

Antes de nada, deberíamos definir qué es un complemento alimenticio ya que es un término que puede confundirse de forma bastante habitual con el término suplemento. Actualmente la legislación europea que aplica en este caso es el Reglamento 1170/2009, que define “las listas de vitaminas y minerales y sus formas que pueden añadirse a los alimentos, incluidos los complementos alimenticios”.

Y es que en este sentido, la legislación actual no distingue entre los términos “complemento” y “suplemento”, de hecho este último ni siquiera aparece reflejado en ninguna normativa vigente.

“Los complementos alimenticios son productos alimenticios que contienen fuentes concentradas de nutrientes o de otras sustancias con efecto nutricional o fisiológico y cuyo fin es complementar la ingesta de tales nutrientes en la dieta normal”

Definición de complemento alimenticio según RD 1487/2009

Es decir, no existe ninguna normativa específica que hable de complementos alimenticios enfocados, por ejemplo, en la mejora del rendimiento deportivo. Por ello, en la actualidad todo se encuentra regulado bajo la misma normativa y podríamos decir que son términos equivalentes.

De hecho, hasta no hace mucho tiempo, ningún complemento dedicado al sector del deporte estaba reflejado en la legislación española. Con el Real Decreto 130/2018 se incluyó un listado de sustancias diferentes a vitaminas y minerales aprobadas para el uso en complementos alimenticios, como la creatina, inositol o jalea real. Cómo puedes ver, un “batiburrillo” de sustancias que no están clasificadas ni mucho menos según su finalidad.

Y claro, la mayoría de los productos consumidos dentro del mundo fitness vienen desde fuera de España, normalmente a través de la compra online. Por ello los especialistas en la materia insisten en la necesidad de una normativa específica que armonice todo lo relativo a los suplementos deportivos.

¿Son realmente necesarios?

Pues depende. Depende de muchos factores. Aquí tendríamos que obviar las sustancias utilizadas para el rendimiento deportivo, ya que su finalidad es la mejora de condiciones concretas, pero no cubrir ninguna necesidad o requerimiento por temas de salud. Aquí sí podríamos ver clara la distinción real entre la palabra complemento y suplemento.

Podemos establecer que, por lo general, con una dieta normal y equilibrada vas a conseguir todas las vitaminas y minerales necesarios para vivir. Sin embargo, existen circunstancias determinadas por las cuáles esto no va a ser posible. Bien por una patología o estilos de vida determinados es posible que no puedas llegar a conseguir todas las sustancias que necesitas, y por eso tengas que suplementarte, como es el caso de vegetarianos y veganos con la vitamina B12.

Una vez aclarada esa parte, voy a compartir con vosotros las respuestas que ofrecí a La Vanguardia en esta colaboración para ampliar toda la información relativa a esta temática:

“¿Pueden llegar a resultar tóxicos los complementos o suplementos alimenticios dedicados al rendimiento deportivo?”

La palabra “tóxico” suena demasiado alarmante, sin embargo bien es cierto que si hablamos de seguridad muchos estudios científicos señalan que la composición real de muchos de estos suplementos es cuanto menos dudosa. Son sin duda el sector más problemático, puesto que actualmente no existe una legislación específica que los recoja adecuadamente. Existen multitud de ellos, y como comentaba para la legislación actual todo es lo mismo (complementos alimenticios). Es complicado garantizar que su composición es la que dice la etiqueta, ya que no existen controles estandarizados debido a que es un mercado muy reciente. Si son eficaces o no es otra historia muy distinta. Actualmente hay pocas sustancias con evidencia científica para la mejora del rendimiento deportivo, algunas son creatina y cafeína, pero no hay muchas más.

“Quisiera saber tu opinión sobre la fitoterapia, los complementos basados en plantas y hierbas que no tienen vitaminas ni minerales pero sí otros principios. ¿Hay evidencia científica sólida de que funcionen?”

Normalmente este tipo de sustancias van acompañados de un pensamiento pseudocientífico bastante potente. Ningún producto de herbolario o naturopatía va a curar por si solo una enfermedad o dolencia. Por lo general son muy peligrosos, ya que ciertas personas suelen abandonar tratamientos médicos convencionales por estos remedios naturales que sirven para bastante poco. Aunque como todo, habrá estudios científicos que los avalen. Es muy importante tener en cuenta el contexto, cómo se aplican es muy fundamental así como la dosis del principio activo en cuestión.

“Y después están los alimentos enriquecidos, tipo huevos o leche con omega 3. ¿Tienen algún sentido?”

Este tipo de productos que comentas se encuentran catalogados bajo el término de alimentos funcionales. Por lo general no suelen tener un gran impacto en nuestra salud. En algunos casos sí que puede ser interesante su uso, para ciertas personas que tengan déficits de vitaminas o minerales por alguna enfermedad. O incluso alimentos determinados como la leche sin lactosa, que habitualmente viene acompañadas con vitamina D ya que al romper la lactosa también se disminuye la absorción de calcio de la leche. La vitamina D es clave para facilitar la absorción del calcio que tiene la leche. En estos casos es interesante, pero también está la parte mala, y es que si a un ultraprocesado le añades cualquier vitamina en una cantidad determinada podrías indicar una alegación saludable en el etiquetado, del tipo “ayuda a mejorar la concentración”, etc. Esto es peligroso, y actualmente la legislación europea lo permite.

“¿No sorprende que la legislación al respecto sea tan laxa, que los requisitos para su fabricación, control de calidad, y venta sean tan pocos, y que no se requiera prescripción facultativa?”

Si hablamos de alimentos funcionales esto no es así, lo único que van a provocar los mismos es una merma en tu bolsillo pero para nada en tu salud. Que no sean necesarios no quiere decir que sean perjudiciales para la salud. De hecho, los controles de calidad son bastante frecuentes y numerosos. Tanto para este tipo de productos como para cualquier otro. En ese sentido no está el problema, aunque la ley debe mejorar muchísimo y evolucionar. Tenemos normas vigentes que se crearon hace más de 35 años.

Pues esto ha sido todo. Espero que este post os haya servido para entender un poco más cómo esta el panorama actual respecto a los complementos alimenticios.

Recuerda: nosotros te damos la información, en tu mano está la decisión de qué comprar o que no comprar.

 

Clic aquí para leer el post en La Vanguardia:

“El mito del magnesio se derrumba”

 

Gracias por quedarte hasta el final,

Mario.

¿De qué está hecho el chocolate blanco?

chocolate blanco

Tardarás en leer este post < 1 minuto“El mundo se divide en dos tipos de personas: aquellas a las que les gusta el chocolate de verdad (el amargo) y las que prefieren los sucedáneos de éste como el chocolate con leche o el chocolate blanco. Y tenemos una mala noticia para éstas últimas. El chocolate blanco no existe. Como lo leen.



Las tabletas que podemos encontrar en el supermercado, en cuyo envoltorio aparece una vaca violeta (sí, violeta) pastando alegremente en las montañas, no están elaboradas con chocolate. O, al menos, no con lo que la legislación dice que debe tener el chocolate.”

 

Puedes continuar leyendo este artículo de José Andrés Gómez

donde colaboro haciendo clic aquí, para El Español.



Gracias por leerme.

Mario.

Tomate frito: análisis tecnólogo en el supermercado

Tardarás en leer este post 5 minutos

¿Cómo estáis, amigos de lo nutritivo? Hace algún tiempo que no me manifiesto como Dios manda por estas tierras, pero es que la vida está muy difícil. Ya sabéis, lo de trabajar y esas cosillas. Que os voy a contar yo a vosotros a estas alturas de la vida.

Hoy os traigo la última colaboración que he realizado para El Español donde hablamos del tomate frito, uno de los productos más recurrentes en las despensas españolas. Para mí es un “must” en toda regla desde que el mundo es mundo y los macarrones son macarrones.

Quisiera profundizar en algunas cuestiones que tocamos en el artículo para aportaros un punto de vista diferente al ya clásico y repetido hasta la extenuación por redes sociales: “hay que cocinar siempre en casa” o “todo lo industrial es más malo que Broncano jugando al Fortnite“.

La Humanidad ha conseguido evolucionar con el paso de los años, y con ella la tecnología. Desde la roomba o la yogurtera hasta los espiralizadores de calabacines. Mucha fantasía tecnológica que no merece nuestra indiferencia.

Dentro de la tecnología alimentaria hemos conseguido desarrollar técnicas de conservación que nos permiten disfrutar de los alimentos durante mucho más tiempo con un considerable menor riesgo de sufrir enfermedades. Y no solo eso, sino que gracias a muchos formatos tenemos disponibles casi al momento alimentos apetecibles con un increíble ahorro de nuestro tiempo.

 

Como diría el bueno de Roberto Brasero: lo más valioso hoy en día es el tiempo.

 

Lo difícil es tomar elecciones saludables, eso ya lo tenemos claro. Por ello, algunas conservas como puedan ser el tomate frito que hoy nos ocupa, suponen una serie de ventajas que, en mi opinión, brillan mucho más que los aspectos negativos, como os iré detallando a continuación.

¿Podemos encontrar tomate frito “saludable” en el supermercado?

Pese a lo que muchos creen, el tomate frito es un producto alimentario que ofrece versiones saludables en el supermercado. En este caso depende más bien de la marca, y no tanto de una denominación de producto que puede tener diferentes variaciones como ocurría en el caso del queso.

Principalmente, la calidad nutricional de un buen tomate frito la va a marcar el tipo de aceite vegetal utilizado en su composición, siendo el aceite de oliva virgen extra la mejor opción. Otro parámetro a tener muy en cuenta es la cantidad de azúcares añadidos que podemos encontrar en el producto.

Creedme que estas opciones existen, solo tenéis que daros un paseo por el supermercado para encontrarlas. Un tomate frito elaborado con aceite de oliva virgen extra, y con una pequeña cantidad de azúcar en su composición es un producto perfectamente recomendable dentro del contexto de una vida saludable. No hace falta que todo sea perfecto.

Reclamos como artesano o casero no significan nada

Como siempre este tipo de nomenclaturas intentar desviarnos de lo verdaderamente importante, que es el listado de ingredientes. Él no necesita utilizar trucos de marketing. Legalmente, estos términos no ofrecen al consumidor ningún tipo de garantías ni beneficios asociados al producto. En la práctica no significan absolutamente nada y deberíamos desconfiar cuando los vemos en el envase.

No te fijes en la parte delantera del envase, como siempre recomendamos debes ir directamente a la parte trasera, donde aparece el listado de ingredientes y la tabla de composición nutricional.

Sin colorantes y sin conservantes

Al igual que sucede con los reclamos tipo “casero”, que un producto indique en su etiqueta que no contiene colorantes o conservantes no significa que el producto sea más saludable que otro que sí los introduzca en su composición.

Este tipo de estrategias están basadas en la quimiofobia, un temor o miedo irracional que se siente hacia algunos ingredientes, como los aditivos, cuyo origen puede ser artificial o químico y cuya naturaleza se aleja de aquello que entendemos como natural. Esto es un error tremendo, porque todo lo que nos rodea es química.

Los aditivos son seguros a las dosis suministradas y no suponen un problema de salud para el consumidor.

Diferencias reales entre un tomate frito industrial y uno elaborado por ti mismo.

Existe una diferencia real en el ahorro de tiempo y la comodidad que nos supone el tomate frito elaborado por la industria alimentaria. En este caso, el aspecto nutricional apenas difiere si sabes elegir bien.

Cocinar en casa es una práctica más que recomendable por muchas razones, principalmente enfocadas en nuestra salud, pero tampoco debemos volvernos locos y renunciar a muchos de los avances tecnológicos que nos ofrece la industria alimentaria y que hacen nuestra vida más fácil. No todo son ultraprocesados.

 

 

¿Por qué se le añade azúcar al tomate frito?

El azúcar añadido cumple principalmente una función tecnológica puesto que contrarresta la acidez propia del tomate. Sin embargo, con el tomate frito no podemos sacar conclusiones precipitadas respecto al contenido en azúcar que se nos muestra en el envase.

Por desgracia, actualmente la ley no obliga a etiquetar exactamente la cantidad de azúcar añadido, así que los gramos que vemos en la famosa tabla nutricional corresponden al conjunto de azúcares añadidos y azúcares naturalmente presentes en el tomate, no siendo estos últimos un problema para la salud.

El tomate contiene bastante azúcar de forma natural en su composición, por lo que no debemos fijarnos en el número concreto. La única forma que tenemos ahora mismo de saber si el bote de tomate frito que queremos comprar tiene o no mucho azúcar añadido es mirar la posición que ocupa en el listado de ingredientes, puesto que el orden es decreciente. Si el azúcar ocupa las últimas posiciones, la cantidad será pequeña y no debería preocuparnos.

Buenas opciones de tomate frito

Si queremos controlar totalmente la cantidad de aceite o de azúcar que añadimos, la mejor opción será comprar tomate triturado al natural y prepararlo en casa.

Oye, que si tienes tiempo a tope con la cocina. Pero si vas con prisas por la vida, que sepas que tienes opciones totalmente saludables en el supermercado. Solo fíjate bien en la etiqueta.

El tomate frito realmente no está frito

Para terminar, quisiera comentaros una pequeña curiosidad que no es más que eso, una curiosidad o detalle que no afecta en nada al planteamiento que aquí se ha desarrollado ni a las propiedades nutricionales o recomendaciones relativas al tomate frito.

Y es que, como bien habéis leído en el encabezado, el tomate frito no está realmente frito. “Tomate frito” es una denominación validada por la legislación, concretamente por la Reglamentación Técnico-Sanitaria para la Elaboración, Circulación y Comercio de Salsas de Mesa, que dice así:

Es el producto formulado a partir de tomate en cualquiera de sus formas de utilización (tomate natural, zumo de tomate, puré, pasta o concentrado de tomate) sometido a un proceso de cocción con aceite vegetal comestible…

Como veis, técnicamente el tomate no está sometido a un proceso de fritura, que supondría sumergir un alimento en un aceite a unos 170-180 ºC aproximadamente, sino que se le aplican técnicas de cocción y mezclado con aceite en grandes depósitos. Seguro que a los más curiosos os resulta llamativo.

Y hasta aquí el post de hoy, espero que os haya gustado amigotes. Nos leemos pronto con más tecnología alimentaria.

 

Puedes leer aquí el post en colaboración con El Español.

 

 

Un abrazo,

Mario.

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Ciencia y Tecnología de Alimentos