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La cocina es ese templo sagrado donde se crea la felicidad, pero también el sufrimiento. Millones de abuelas del mundo se han reunido en dicha estancia desde los albores de la humanidad con el fin de preparar su maléfico plan, dar de comer hasta reventar a sus pobres nietos. Existen recientes documentos desclasificados por la CÍA donde se registra la existencia de sociedades secretas de yayas atiborradoras de guisos y dulces caseros.



*NOTA IMPORTANTE: como siempre recomiendo el clic en los enlaces naranjas subrayados para facilitar el proceso de lectura y tontuna. 

Abuela anónima amenazando a sus nietos por no terminarse el plato de cocido. Se sacó uno de los Másters en Dietética y Nutrición que había en su época.

Pero no entremos en tan oscuro asunto, no quiero que mi abuela me regañe. Sin más dilatación comencemos con el tema de hoy.

Por lo general, se desconocen muchos de los riesgos a los que se está expuesto diariamente cuando uno da rienda suelta a su arte culinario en la cocina. Y por eso es necesario que aclararemos algunos puntos básicos sobre los alimentos:

Los alimentos son una fuente ideal de nutrientes no solo para nosotros, sino también para los microorganismos. Algunos de ellos como la carne, pescado o huevos poseen bacterias habitualmente en su superficie y de forma natural. Además, muchas de estas pueden ser patógenas y causar enfermedades muy graves.

Salmonella, Campylobacter y Shigella no son los nombres de los tres Pokémon iniciales de una nueva generación, sino la identidad de unas bacterias patógenas que te pueden hacer mucha pupita si dicen de ponerse a generar descendencia cuales conejos desatados.

Existen múltiples factores que intervienen en el desarrollo microbiano y que pueden trasladarse a nuestro templo culinario, pero voy a intentar resumir algunas de ellas en 5 enunciados o recomendaciones los cuales espero solventen muchas de vuestras dudas.

¡Lávate las manos después de entrar al aseo, so estiércol!

Si desde el inicio la estamos cagando, pues pinta mal la cosa, ¿no?. La incorrecta higiene del propio manipulador es uno de los factores más habituales en el desarrollo de brotes e intoxicaciones alimentarias. Los seres humanos somos portadores de bacterias patógenas sin apenas darnos cuenta ni reparar en ello. Desde las uñas, el pelo o las mucosas hasta las heces. Nuestro cuerpo es un puro receptáculo de podredumbre bacteriana. Por ello cada vez que nos rascamos la cara, el pelo o hacemos el cheko cheko” nuestras manos quedan impregnadas de esas bacterias. Si después no nos las lavamos correctamente podemos liar una bien gorda. La proliferación de Escherichia coli puede ser mayor que la de Podemos en el Congreso de los Diputados. Esta bacteria esta presente de forma natural en nuestro intestino, sin embargo no puedes confiar en ella. Escherichia coli es como ese colega fiestero que desaparece sin dejar rastro en la discoteca al aproximarse las 5 de la mañana. Es más, algunos tipos de Escherichia coli están involucrados en el desarrollo de enfermedades tan chungas como el llamado Síndrome Urémico Hemolítico (clic para más info), abreviado SUH, y no en honor a Cristiano Ronaldo precisamente.



No dejes la comida fuera de la nevera, zamarro

Dejar la comida a temperatura ambiente es un error que podemos encontrar con mucha frecuencia en las cocinas de nuestro entorno. Hacemos el guisico de albóndigas y lo dejamos en la olla toda la tarde. Y ya si eso, cuando baja algún ser celestial y nos ilumina con su sabiduría optamos por acordarnos y guardarlo sobre las 17:00. Olé, con un par de sefis. En el transcurso de todo ese tiempo, te pueden haber crecido más microbios que enanos en un circo. Las mayoría de las bacterias patógenas encuentran su punto álgido de multiplicación aproximadamente a la temperatura ambiente 20-35º C, por ello muchas de ellas se engloban bajo la clasificación de “mesófilas”. ¿Entonces qué hay que hacer? Lo ideal es que después de cocinar dejemos enfriar un poquito la comida para no sobrecargar el frigorífico al introducir un nuevo elemento muy caliente, lo cual también puede afectar al resto de alimentos almacenados en su interior. Después de un tiempo razonable (unos 20-40 minutos dependiendo del tipo de preparación) debes almacenar en el frigorífico. La OMS recomienda no sobrepasar las 2 horas a temperatura ambiente en alimentos o preparaciones ya cocinadas. El frío es el mejor aliado que tenemos para conservar alimentos ya que ralentiza la actividad de bacterias. Dentro de esta variante también podríamos contemplar la descongelación, la cual se debe realizar siempre a temperatura de refrigeración (1-4ºC) por el mismo motivo esencial que he comentado antes. Además, debes tener especial cuidado con los exudados de ciertos productos como carne o pescado, ya que son un caldo de cultivo ideal para los patógenos. Por ello es recomendable almacenar en recipientes bien sellados. Recuerda una vez descongelado no volver a congelar, porque se habrán formado cristales de hielo y las bacterias ya habrán hecho de las suyas.



No utilices el mismo estropajo que tenías hace 10 años, mugroso

No limpiar adecuadamente los utensilios puede ser un problema, al igual que utilizar una bayeta o estropajo con más años que la mugre que tienes debajo del sofá. La humedad es otro factor clave en el crecimiento microbiano, por lo que este tipo de elementos siempre serán un gran foco de contaminación. Renuévalos cada cierto tiempo para evitar que las bacterias se aglutinen en tu cocina como si del 15-M se tratase. Además, al igual que un hater de Pinocho, di no a la madera. Una profesora me dijo un día que Arguiñano había hecho mucho daño, y no solo al humor. Las tablas de madera constituyen un elemento crítico en la preparación de alimentos. De hecho, no suelen utilizarse en la industria alimentaria ni en restauración colectiva por su difícil limpieza y porque absorben los jugos de la carne cruda y del pescado que cortes en él, creando un entorno ideal para el crecimiento bacteriano. También es cierto que existen tablas de madera aptas para uso alimentario bañadas en un barniz especial. Sin embargo, y al igual que Fabio Capello en un final de Liga prefiero no arriesgar. En su lugar se utilizan materiales de acero inoxidable y plástico según una escala de colores para cada tipo de alimento. Parece lógico que intentes pasar de ellas en casa, ¿no?.

Debes mantener un orden adecuado en la nevera, zanguango

No puedes mezclar las sobras de comida con productos crudos como carne o pescado, sino caerás en el pecado de la contaminación cruzada. Deposita en el estante más bajo de tu frigorífico los alimentos crudos para evitar que la exudación de sus jugos pueda llegar a contaminar otros alimentos del frigorífico.

Ni tanto ni tan calvo, como diría Pepe Viyuela

Tan malo es el defecto como el exceso, sino que se lo digan a Andy y Lucas. Un tratamiento térmico excesivo en algunos alimentos también puede generar un riesgo de contaminación muy grave en la cocina por generación de compuestos tóxicos. Véase el caso de los hidrocarburos aromáticos policíclicos (HAP) y acrilamida. La acrilamida es el compuesto resultante del calentamiento excesivo de los azúcares junto al aminoácido asparagina, y generalmente se asocia a la fritura de patatas o al pan tostado. Los HAP pueden generarse por la combustión de la leña, por lo que habrá controlar las barbacoas y no confiar nunca más en Georgie Dann.



Terminamos, si has llegado hasta aquí eres un valiente y te mereces un pin. ¡Gracias por leerme hasta el final!

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